"En cuanto tengo oportunidad, le platico al que se deja la anécdota del Patricio, en la mesa de Plateros, que habla hasta por los codos (Patricio, no la mesa, N.R), escupiendo todas las tes que se le atraviesan, mientras el Babas se quiere servir azúcar en su café y se percata de que la azucarera está vacía; y, apenas un instante de pausa, mete y saca por dos veces la cuchara, como si se hubiera servido y, con aristócrata cortesía, le pone en frente la azucarera al chileno, que no ha dejado de hablar, gesticular y mirar a todos; tomando la azucarera, le quita la tapa, hunde la cuchara y la saca sin nada; y no pierde el ritmo de la charla cuando se levanta y no interrumpe el relato, desapareciendo en la cocina, subiendo un poco el volumen para que no vayamos a dejar de oir y regresa a su asiento, destapando la azucarera y sirviéndose tres cucharadas, deja así la azucarera mientras revuelve el café. Entonces, el Babas, con toda parsimonia, recupera la azucarera y se sirve las dos cucharadas que antes mimó." Emilio Echevarría (Todos nos dimos cuenta de lo que pasó, menos el Patricio)
Yo me acuerdo de otra, con el mismo chileno. Patricio llegó, no sé como, y se instaló en la casa. Al cabo de un tiempo, trajo a su mujer, que él, con todo cariño, ternura y caballerosidad, llamaba "perra". Nosotros, le decíamos "perri", pobrecilla.
Bueno, pues en la misma mesa del depto de Mixcoac, acabábamos de cenar y queríamos jugar algún juego, pero había que alzar la mesa que estaba llena de trastes, vasos, botellas. Entonces, el Babas, muy avispado, le dijo a Patu chico: -Oye, me han contado que fuiste mesero y que eres capaz de limpiar una mesa en breves segundos. -Po´ huevó, claro; y diciendo y haciendo, levantó todos los platos y vasos de la mesa y nos la dejó limpia para que pudiéramos jugar.
No sé qué fue de Patricio, un día se fue y no supimos más de él.
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